'Y también lo mataron...': reflexión del escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal tras confirmarse la muerte de precandidato Miguel Uribe Turbay en Bogotá

La confirmación de la muerte del precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, en la clínica Santa Fe de Bogotá generó la reacción de diferentes personalidades de la política y la literatura, entre ellas, la del escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal, quien le dedicó su crónica 1183.

Con el título ‘Y también lo mataron…’, el escritor vallecaucano, autor de obras como ‘Cóndores no entierran todos los días’, ‘El último gamonal’ y ‘Cóndores no entierran todos los días’, lamentó el crimen del político y recordó algunos momentos con su familia.

“Pasaron dos meses desde el fatídico sábado en que le pegaron los tiros, y los dejamos pasar con la parsimonia que nos brindaba la esperanza ante lo inevitable”, fue el punto de partida al abordar el día en que empezó la tragedia para Uribe Turbay.

El Porce, la emblemática finca del exgobernador y literato vallecaucano, también es conocida como ‘el oráculo’, debido a que grandes personalidades de la política acuden -en su mayoría y de manera anónima-, por consejos y asesorías alrededor de la política o simplemente, a visitar a un amigo.

Miguel Uribe Turbay no fue la excepción: “Aquí, hasta esta casa de El Porce, vino un par de veces. La segunda vez llegó solitario, después de que en la visita grupal anterior oyó por mi propia voz que había sido compañero de su madre en los cuatro años que duró la aventura de la revista Hoy X Hoy y yo escribía la última página de la publicación”.

“Quería que le contara desde mi vivencia quién y cómo había sido su madre en ese trajinar. Lo hice con la misma comprensión que tuve ante su tía Inés, cuando la tragedia familiar se le sobreponía y ella trataba de escapar del cerco filial que le tendería finalmente la muerte trágica”, recordó en su crónica el escritor vallecaucano.

“Simplemente yo era el amigo de Inés. Otras veces me parecía que estaba conversando con su abuelo materno, el presidente Turbay, dotado de esa prodigiosa memoria de los rostros, tan fundamental en el ejercicio político, reforzado eso sí, el muchacho con la magia de la palabra que tenía Diana para hurgar y aceptar la realidad”, agregó Álvarez Gardeazábal.

Tras los recuerdos de su charla con el fallecido político y precandidato presidencial, Gustavo Álvarez Gardeazábal lamentó: “No sé cuánto le servirían mis recuerdos al pimpollo de concejal bogotano que se adentraba en la política, porque nunca volvió, ni la vida nos dio la opción de encontrarnos de nuevo”.

“Pero afectado por ese cariño de sus mayores, seguí paso a paso su transcurrir desde secretario de Enrique Peñalosa hasta su ingreso a todas luces equivocado a las huestes envidiosas de los seguidores de Uribe. Hoy apenas puedo musitar en mi vejez…y también carajo lo mataron”, finalizó su crónica.

JOSÉ ANTONIO MINOTA HURTADO

EL TIEMPO CASA EDITORIAL

COLOMBIA